viernes, 9 de marzo de 2012

RACE.


    Y bajo este sol que nos alumbra y da calor a todos por igual, cuántos pretenden tener a unos pocos a la sombra, cuántos quieren ser árboles frondosos que impidan a la luz libre de ese sol pasar entre ellos para que no llegue clara. Y bajo esta lluvia sin fronteras cuántos han querido secar los campos fecundos de las mentes esclavizadas. Y entre este cielo y esta tierra, que son un regalo sin destinatario, cuántos han firmado contratos de propiedad. Y que ridículo es todo cuando se mira con sinceridad. Mientras abunda el agua, cuántos tienen sd, cuántos se mueren de sed. Y yo me baño en grandes piscinas sin pensar que soy yo quien de verdad tiene necesidad de agua. Porque ellos tienen sed y mi piel está en contacto superficial con ese agua que eliminaría nuestra sed.
    Y esas porras, fabricadas con árboles libres, caen co fuerza en vigorosas espaldas que son menos libres que los árboles. Esas espaldas se darán la vuelta y veremos unos ojos henchidos de ira, de venganza y las voces que claman por la paz se harán más sutiles. Y caerán cometas mortales de aparatos de metal, pero la sed apagará ese fuego que busca espaldas vigorosas.


    Mientras millones de espaldas buscan refugio seguro, corriendo por los campos desiertos, las ciudades son tomadas por sedientos con porras y con aparatos de metal. Las calles son vertederos de resentimiento y furia controlada. Deben dar gracias por haber huido a tiempo, pero lo que no sabemos todavía es si merece la pena. Si la marcha es segura, si no va a morir el mismo número pero con la diferencia de estar alejados de la tierra que los vio nacer. No sabemos si los caminos merecen las pisadas de gentes atemorizadas poe el propio sistema que ellos mismos han impuesto años atrás, entonces no mataron al sheriff, mataron al ayudante, y ahora lo están pagando.


    No podemos conocer su situación, ni sus noches solitarias como lobos perdidos en la oscuridad que se confunde con ellos mismos, no sabemos si sus hijos merecen un país tan poco agradecido y a la vez tan maltratado. Sabemos, eso sí, que la culpa la tenemos nosotros, por oprimir sus fuerzas hasta el último suspiro que irremediablemente se ha convertido en una guerra feroz que azota nuestras conciencias. Sabemos que la opresión tiene un final, que ese final no es agradable para todos, menos lo es aún para los que lo sufren directamente. Sabemos que el sistema es asesino y nosotros lo convertimos en mercenario a nuestra voluntad. Que las injusticias tienen un precio y que el día de la luz nos va a dejar ciegos a nosotros. Nosotros no caminamos kilómetros para alcanzar cuencos vacíos, letrinas enfermas, lágrimas cansadas, mugre y dolor. Nosotros lo miramos desde un sillón muy fácil y nuestro llanto no es tan verdadero. Nosotros no corremos pàra salvar una vida que pretendemos haberles regalado. ¡Que ingenuidad!




    Y los azules hacen fotos de juergas de mal nacidos, miramos horrorizados que la paloma se ha convertido en buitre carroñero. Pero escuchad las voces de los que no gritan, solo cantan, y podréis oír cómo algo irremediable se abre camino, pacificamente. Observad las danzas que no piden ni lluvia ni guerra y adivinaréis un camino de árboles frondosos que dejan pasar la lúz del sol, pastor en la oscuridad que no es negra. Porque la creación no es negra, ni blanca, ni siquiera azúl, la creación es transparente como el sentimiento o el olor. Y aunque queramos ponerle etiquetas, numeros, categorías, la creación flota libre en nuestras imaginaciones y corre grácil entre nuestros dedos.




    Allá abajo hay más vida en los cementerios que en cualquiera de nuestras pobladas ciudades, porque la vida de autobús no lucha cada mañana, pero la vida en un refugio combate cada segundo para no extinguirse. El campo es una mera alegoría de un paisaje cubierto de cuerpos inservibles y rojos, de venganzas inútiles contra enemigos invisibles, y el refugio es una paradoja sobre su propio significado.




                                                                                   RAQUEL BARRASA VILLA.