martes, 27 de diciembre de 2011

QUE TE GUÍE A MI LUGAR.


  Quiero llevarte a lugares desconocidos.
  Quiero que corramos por verdes campos,
donde el aire roce mi cuerpo y descubra mi rostro.
  Donde yo pueda mostrarte cuánto te quiero.
  Ese lugar no tendrá nombre, ni ubicación, ni paisaje,
sólo estaré yo, y tú contemplándome.
  Quisiera poder decirte lo que siento en cualquier otro lugar.
  Pero no puede ser. Donde yo quiero llevarte, no existirá nada.
  Todas las sensaciones y los pensamientos, serán nuevos,
nunca antes conocidos, ni siquiera imaginados.
  Los árboles, balanceándose, serán la sensualidad,
los colores de las mariposas serán la alegría de vivir,
el camino sin horizonte será el futuro,
los rayos del sol, la realidad de mi corazón,
y la corta e intensamente verde hierba, será el ahora.


  Quiero que descubras conmigo,
lugares donde todo podrá ser realidad.
  Donde no me voy a esconder,
donde mostrarte al ser que llevo en mi interior
y que siempre se ha negado a dejarse conocer.
  El día que te guíe a mi lugar desconocido,
conocerás lo que es la felicidad.

 
                                       RAQUEL BARRASA VILLA.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

LA IGUALDAD.


     Menos mal que hubo alguien que creyó en ellos, y puso en ellos su vida, empezando por Jesucristo, asesinado - crucificado en la cruz -, y siguiendo por Malcom X, asesinado a tiros, al comienzo de uno de sus discursos; Nelson Mandela, cuya existencia no ha tenido fin, pero casi se agota en una de las cárceles de los asesinos, ignorantes, estúpidos, que no merecen ser llamdos seres humanos, ya que este título les viene grande para tan mezquina existencia.
      Me rebelo ante todo esto. Sé que cualquiera llegará a ser como ellos, y a mí también me asesinarían y luego la gente se olvidaría de mi caso, como siempre.
      Los gobernantes lo taparían y no dejarían que nadie quebrantara su paz sorda. Con tan estúpido asunto, como el que alguien que creía en la igualdad, en la justicia y la solidaridad.


        Parece mentira, no es suficiente hablar del tema. Hay que responder con actos contundentes, que acaben con tanta basura, que tapa los ojos y los oidos de la humanidad.
        En definitiva, nada sería suficiente para acallar el dolor que muchos están sintiendo, pero lo que sí podríamos hacer es apoyarles para que fuere más llevadero.
        No quiero que mis palabras caigan en saco roto. Por favor, seáis del color que seáis, creáis el credo que creáis, defendáis la política que defendáis, no tapéis vuestros ojos, ni oídos, ni atéis vuestras manos, ni cerréis vuestra boca, e intentad que este viejo mundo, que parece estar cansado de un peso demasiado grande, como somos la humanidad, sea cada día un poco más feliz, por medio de, por ejemplo, LA IGUALDAD .


                                                                                        RAQUEL BARRASA VILLA.


  CREADOS POR EL MISMO DIOS. 
       Escribo acerca de algo que me ha venido rondando desde, que yo me acuerde, toda mi vida. LA IGUALDAD HUMANA. Uno de los ideales que creo deberían seguir todos los habitantes de este injusto mundo. Porque todos los hombres de este injusto mundo somos creados por el mismo Dios y con los mismos derechos para todos.
       Todo hombre que ha intentado divulgar este ideal ha sido asesinado, y yo me pregunto ¿quién lo hace?, ¿quién asesina a los defensores de los hombres que, como tú y como yo, nacen bajo un mismo sol y sobre una misma tierra?, ¿que ganan con sus muertes, más que la pérdida de un ser humano que ama a su prójimo y le defiende, porque éste no tiene el valor y la fuerza para hacerlo?


       Realmente, no lo entiendo. Son preguntas muy difíciles para alguien como yo, un ser humano de quince años, que no ha visto tantas injusticias como las que existen, pero que esas pocas han sido suficientes, para hacerle despertar y saber que, ese ser humano que las comete, no merece tener el derecho universal de la vida. Me da igual que el hombre sea blanco, negro, amarillo, si en definitiva es un ser humano, con el mismo derecho a una vida justa como cualquier otro.
       Yo defiendo la vida, todas las vidas, con independencia del color externo que posean. Porque el verdadero color, el que en realidad debe contar para todos, es el color interior. Ese color, es el que debe contar a la hora de juzgar a un ser humano. Pero, hay seres humanos tan ignorantes y tan inmaduros, que no saben valorar y reconocer otros aspectos más que los exteriores, y yo quiero rezar por ellos.
       Y tengo que rezar por tantos....que acabaría muerta, antes de haber pedido por todos.... Hoy, me he dado cuenta de que no puedo quedarme de brazos cruzados viendo pasar a los que hace tiempo, un día, llamó Jesús, mis hermanos, sufriendo injusticias impuestas por otros hermanos iguales, con la mentalidad estúpida de la superioridad.


        Me da rabia, siento impotencia al no ver un camino claro a seguir para actuar ya. Quizá es verdad que soy demasiado joven todavía para actuar. Pero no voy a permitir que me cambien las ideas, hasta que llegue el momento en el que intente cambiar algunas cosas que no puedo soportar. Será más adelante, llegará el momento, haré algo para defender a mis hermanos, mis prójimos, los otros seres humanos que merecen lo que ahora mismo no pueden conseguir. Espero que todos hagan lo mismo.
        Pero, ¿que se habrán creído los estúpidos racistas, para hacer lo que están haciendo con nuestros hermanos? No soy partidaria de la ley del talión, es ponerse a la altura de personajes que realmente no merecen ese favor. Nadie tiene derecho de dañar a los demás, ni siquiera para devolver con la misma moneda.


       Supongo que en casos lo comprendería, pero no por eso tendría que compartirlo. Si lo hiciera, la rueda de la injusticia seguiría rodando, y eso no sería bueno.
       Porque todos somos hijos del mismo Dios, llamadle como queráis, debemos adorarle y pedirle que dejen de cometerse los delitos que violan los derechos humanos. Derechos tantas veces olvidados, que la mayoría piensa que no existen.




                                                                                      RAQUEL BARRASA VILLA.    
     

sábado, 3 de diciembre de 2011

EL BLANCO ROSTRO DEL NIÑO.


    Hans tenía mucha prisa porque llegaba tarde a la escuela, miraba su reloj y esto hacía que acelerase su marcha. No le gustaba la sensación de ir siempre corriendo, es más le incomodaba bastante, pero los minutos pasaban y casi nunca llegaba a tiempo a clase. Iba corriendo por una calle cuando algo requirió su atención. Era la figura de un niño que jugaba con su propia imagen en un charco. Sin poder remediarlo se dirigió hacia aquella figura que resultó ser un niño de tez muy blanca, los ojos casi cristalinos, el pelo negro y revuelto, fino como un tallo, con aspecto débil y ensimismado con el agua del charco. El niño blanco no se dió cuenta de que Hans le estaba mirando y seguía en su ejercicio de meter y sacar las manos del agua. Hans miró de nuevo su reloj y se dió cuenta de que su hora se estaba cercando y si no se daba prisa no llegaría a tiempo. El niño blanco notó la presencia de Hans, se levantó y le invitó a que lo siguiera por un mundo que nunca antes había visto. Hans empezó a tener miedo, dudaba, siempre le habían dicho que no hiciera caso a extraños, pero ese niño tan blanco, parecía muy inofensivo. Algo le arrastraba a seguirle, a seguirle siempre, a seguirle sin reticencias, pero estaba mirando otra vez el reloj.


     De repente sintió como una frialdad enorme se instalaba en los huesos de su brazo. Era la mano del niño blanco, que lo guiaba por un camino desconocido, a pesar de que había vivido en esa ciudad toda su vida.
     Miró a su alrededor y se encontró a si mismo en un campo verde de una extensión tal que sus ojos no podían vislumbrar el final. El niño blanco ya no dirigía la marcha. Hans descubrió la belleza. Sentía miedo, pero no podía remediar seguir caminando. Sin darse cuenta, entraron en un bosque. Pronto vieron una casa que parecía estar abandonada, el impulso los introdujo dentro. Vieron en la oscuridad de la casa la figura de una mujer muy vieja, de 200 años por lo menos, no podían adivinar lo que estaba haciendo y se acercaron un poco más a ella. Estaba amamantando a un bebé, que sujetado por sus arrugadas manos chupaba de uno de los pechos agrietados de la vieja con los ojos cerrados. Hans estaba confuso, pero el niño blanco estaba prestando toda su atención al acontecimiento extrañado de que Hans apartara su mirada. La vieja se llamaba Democracia.


      Hans sintió ganas de vomitar. Salió fuera y el niño blanco le siguió. Continuaron su camino hasta que vieron la figura de un hombre alto, era el hijo de la vieja según les dijo. El hombre llevaba en sus manos una enorme hacha, por lo menos cuatro veces más grande que él. Con ella cortaba árbol tras árbol, árbol tras árbol, con todas sus fuerzas, con todo el ímpetu del mundo. Los dos niños lo seguían perplejos. Hans miró a sus espaldas y vio que todos los árboles que cortaba volvían a crecer y alcanzaban una altura igual a la que tenían antes de que el leñador pasara por encima de ellos. Sin embargo el hombre nunca miraba hacia atrás y no podía ver que los árboles seguían creciendo. El leñador se llamaba Esperanza.


      El leñador y los niños se separaron. Hans quería preguntarle al niño blanco qué significaba todo aquello. El niño blanco tenía todas sus respuestas. Siguieron por un camino iluminado por el sol. Hans vio una manzana en el suelo del camino, tenía hambre pero sentía miedo de cogerla. Era tan roja y brillante que los rayos del sol confundían su verdadero color. Finalmente Hans cogió la manzana, se la acercó a la boca y cuando ya la tenía abierta vio que una pequeña cabeza asomaba por uno de los agujeritos de la manzana. La cabeza se multiplicó por miles de cabecitas más que querían salir del interior de la manzana. ¡Eran gusanos! Sí, miles de gusanos verdes y transparentes que veían la luz del sol por primera vez, gusanos de todos los colores, a medida que ivan saliendo su tamaño aumentaba, se convertían en enormes gusanos que parecían amenazar la vida de los niños. Hans soltó la manzana que se arrugó como si hubiera estado al sol durante años. La manzana se llamaba Inocencia.


        Hans buscó con la mirada el blanco rostro del niño, le vio agachado mirando algo en el suelo. Estaba tan asustado que no podía controlar sus piernas, se agachó a su lado y vio un pajarillo en el suelo. Estaba herido y no podía volar, quizá, pensó Hans, no volaría nunca más. Su instinto le llevó a cogerlo amorosamente con sus temblorosas manos, así, pensó, deberían cogerlo siempre. El pajarillo tenía los ojos cerrados, parecía que no quería volver a abrirlos, que ya no le quedaban fuerzas. Aún así, lo intentó, pero el esfuerzo era tan grande que Hans prefirió que el pequeño pajarillo los cerrara. Hans vio en sus manos una mancha roja, eso no podía asustarle. La sangre provenía de una herida debajo del ala que manaba sangre sin parar. Se preguntaba si podría hacer algo más por el pájaro. Al fin y al cabo el pájaro estaba solo y no sabía si a alguien le importaría que el pájaro muriera así. El niño blanco se lo quitó de las manos y lo tiró al suelo con fuerza. Empezó a darle patadas y a tirarle piedras, Hans comenzó a gritar pero el niño blanco no oía sus gritos, entonces se tapó los ojos con las manos, no quería ver lo que el niño blanco le estaba haciendo al indefenso pajarillo, ni siquiera quería ver si ya había muerto. El niño blanco lo cogió del brazo y tiró de él. El pajarillo se llamaba Paz.


       Con tantas cosas Hans no se dio cuenta de que tenía que ir a la escuela, miró su relloj, en el ya no aparecía la hora, sino unas letras de enorme tamaño. En esas letras se podía ver la palabra Dictadura. Se quedó mirando al niño blanco, ya no sabía qué pensar, qué decir, cómo actuar, quería entender lo que le había pasado, sabía que el niño blanco tenía todas sus respuestas. Le dijo por fin :
- Dime, ¿cómo te llamas?, ¿quién eres tú?
       El niño blanco respondió :
- Me llamo Hans, soy tú mismo.


                                                                                RAQUEL BARRASA VILLA.