miércoles, 16 de noviembre de 2011

HOMBRE



      Veo a un hombre con el cerebro podrido, con grietas más hondas que las normales, de un color pardo, opaco, noto que el olor que desprende vacía toda la estancia, reemplazando su aroma natural por uno parecido al hedor del moho. Veo a un hombre de ojos tristes, sin brillo, ojos que no dan la sensación de profundidad, ojos perdidos en un mundo pasional que se ha terminado, como cuando muere el ser amado. Ojos que no te llevan a desear ver más allá de ellos, que han perdido la luz.
      Veo una boca rodeada de bubas, de pupas amarillas que estallan por el pus, una boca que hace tiempo dejó de emitir sonidos, cansada de gritar, de exclamar, de avisar, cansada de darle besos a la Vida.
      Veo un hombre con las manos muy grandes, manos llenas de callos, duras como el hierro, suaves como un guante de látex. Veo un hombre de fuertes brazos, acostumbrados al duro trabajo, a las pesadas cargas. a las horas interminables que suben y bajan de sus vidas sin más intención que seguir cargando pesadas cargas. 



      Veo a un hombre con el pecho lleno de llagas, que me hacen pensar en un pecho limpio, rosado, y que ahora no tiene ese color. Veo un corazón pequeño, sin sangre, con las arterias atoradas por un elemento especial que no conozco, o quizá si. Es un corazón apagado, oscuro, que carece de la suave cadencia de lo vital, solitario, aburrido de latir para la ignorancia, para la corrupción, para la falta de autenticidad. Que ya no se balancea, que ha perdido la articulación esencial que le hace seguir vibrando. Un corazón cansado de su propio palpitar y roto una y mil veces en millones de pedazos.
      Veo a un hombre de una enorme barriga, hinchada por ingerir cantidades enormes de comida. Cansada de tanto movimiento para digerir alimentos. Una panza indecente que parece un insulto a los que carecen de comida. Llena de restos anteriores que se van pudriendo y acumulando en su interior. Veo que no quiere dejar de comer, que no va a parar nunca.



       Veo a un hombre con las piernas enmohecidas por la falta de movimiento y veo muchos hilos que hacen que las piernas cuelguen eternamente. Veo moratones en las nalgas y heridas en las rodillas, quizá lleva mucho tiempo en una posición determinada y se le ha olvidado cómo es estar erguido. Veo unas piernas atadas por cuerdas muy sutiles y muy fuertes que no dejan ninguna posibilidad para que las piernas corran, vuelen por otros paraderos.
        Veo a un hombre con los pies llenos de callos, de pequeños hongos entre los dedos que convierten cada paso en un trance doloroso. Puede que al hombre no le importe el dolor, puede que se haya acostumbrado a él y ya no le importe, puede que sufra. Veo unos pies de uñas amrillas y duras, uñas que parecen muy viejas y cansadas, atormentadas por un suplicio demasiado largo. Son unos pies que se acostumbraron a correr y ahora están parados, no se mueven más.


       Veo muchas arrugas, muchas canas. Veo un hombre triste por compartir su existencia cnsigo mismo, con sus hilos y su inmovilidad. Es una imagen triste me hace estar triste. Pienso en el hombre como en un hermano, demasiado pequeño como para poder moverse solo, demasiado mayor como para no darse cuenta de que está perdiendo su oportunidad.
       Veo a un hombre triste y solitario.
       Creo que quiere compartir un tozo del camino con alguien, pero le és difícil porque no está acostumbrado, por lo menos no lo ha intentado en los últimos cien años, como se dijo una vez, en estos cien años de soledad. Es triste llegar a la conclusión de que en todo este tiempo no se haya hecho nada fructífero de verdad, es triste darse cuenta de que los hilos son más fuertes que la propia voluntad que nació, creció y murió por deseo expreso de un cerebro enmohecido.

       Creo que ha sentido en su piel, parcialmente insensibilizada, una especie de calor intenso y profundo emanado de esa compañia que no se decide a aceptar, que le insta a tener deseos de abismos cavados en la personalidad de otro ser que difiere tanto de sí mismo como su propia sombra. ¿Puede ser la solución?, ¿puede ser un principio para sobrellevar dignamente el final? ¿pueden ser los olores, las callosidades, el tono amarillo, la cuerda denylon que sustenta su existencia? Supone que tendrá que ir a algún mercado de sensaciones para adquirir algo de autoestima, algo de personalidad, aunque sea de segunda mano, aunque sea robada, también algo de confort para poder adaptarse mejor al nuevo pensamiento que surge de una conexión malintencionada de alguna de sus neuronas que no ha aceptado el fracaso de la pérdida total de la sensación de existir. Por que quiere ser un ser pensante y distinto, quiere sentirse vivo e intensamente satisfecho y por encima de todo quiere cortar los hilos que tantos años han hecho de su vida una mala fotocopia de un ser humano perdido en un ambiente hostil que tanto le ha decepcionado.
       Para que aparten la censura de sus ojos cansados ha decidido preguntar a la compañía qué se le ofrece.
                                                                               RAQUEL BARRASA VILLA


                                                  

domingo, 6 de noviembre de 2011

LA MANO



    Oigo los silvidos de una era que se acerca sigilosa de la mano de unos nuevos años, de unos nuevos progresos. Ahora que podemos matarnos los unos a los otros con un sólo dedo, nos empeñamos en mantener relaciones amorosas con un sólo dedo también.
    No puedo saber lo que sucederá detrás de toda esta barbarie, de esta degeneración del ser humano como tal para convertirse en una bestia más, pero todavía más peligrosa, porque piensa y es capaz de hacer daño consciente. 
                                   Raquel Barrasa Villa.