martes, 30 de octubre de 2012

MI EXPERIENCIA DE TRABAJO EN LONDRES.




   Estoy en Londres, vine con la ilusión en su estado supremo, llena de cosas en la cabeza; es cierto que también pensaba que había cosas desagradables, pero no tantas....
   Quizá temo demasiado poco el riesgo, quizá no crea en el destino fatal. En fin, lo puedo ver desde el punto de vista de una experiencia más. Pero se me está haciendo demasiado larga, demasiado pesada, demasiado absurda para soportarla. Desde luego que no es ni parecido a cómo me había imaginado, repito, y eso que me había imaginado muchas cosas, pero ya se sabe, la realidad, siempre supera cualquier ficción imaginaria.


   
  X es una secta, la gente que trabaja allí, me refiero a los jefes, no son gente normal, tienen un trabajo de m... y están supercontentos, encima se lo toman superenserio. Si te tocas la cara, mientras cocinas, parece que has cometido un delito, contra el Ministerio de Sanidad. Vienen corriendo a decirte que te desinfectes, que los gérmenes asesinos acaban de instalarse en tus manos y puedes contaminar a millones de víctimas inocentes. Es horrible, sólo por tocarte la cara, parece que has cometido un crimen. Además, cualquier cosa que te dicen, te lo dicen de parte de X, que debe ser un señor todopoderoso, que les ha sorbido el cerebro y que no pueden pensar, si no es a través de él; en fin, para cogerles en vídeo. 


   Hay momentos en la cocina, en los que la gente se vuelve loca, es muy curioso, porque llegan las once treinta y de repente, todos se ponen a correr, a gritarse, a moverse a la velocidad del sonido... y tu piensas: ¿pero qué pasa?, y nada, es que llegan los clientes y necesitan desesperadamente comerse una hamburguesa de m....
   Y yo hago las hamburguesas de pescado, los pasteles de manzana, los pedacitos de pollo frito, las hamburguesas de pollo y las hamburguesas vegetales, o sea, el infinito, y todo ello a la vez, con solo dos manos y dos piernas.
   Si te quemas o te quedas encerrada en el congelador (como ya me ha pasado), no puedes ni ponerte nerviosa, porque es una fracción de segundo que dejas de producir, y eso también es pecado.


   No eres una persona, eres una parte mas del engranaje que compone el maravilloso mundo de X. Y luego lo del dinero, la cosa es que te pagan de una forma muy rara, total que solo me han dado 24 libras en casi tres semanas, aunque me dijeron que cada semana me pagaban, porque el dinero es importante.
   Debe haber alguna razón, por la que esto me está pasando. Encima nos tratan como si no valiéramos nada. Y yo soy una persona, tengo sentimientos y la suficiente inteligencia para comprender lo que esta tarea significa. Si lo llego a saber, si me hubiera imaginado una décima parte de esto, no habría venido.


                                                                                 RAQUEL BARRASA VILLA.

lunes, 8 de octubre de 2012

EN LA BARRA DE UN BAR.




  Como seres extraños, nos sentamos en la barra de un bar para no vernos las caras porque no nos gusta la realidad que vemos o porque hace mucho daño, ni siquiera somos capaces de mirarnos a la cara porque duele, duele mucho. Me pregunto por qué la realidad se planta ante nosotros y nos mira tan fijamente a los ojos que no podemos reaccionar, y así nos demos cuenta de que no va a desaparecer ni se va a transformar en nada mas llevadero hasta que no nos enfrentemos a ella en una batalla que a veces es mortal, y la combatamos por fin. Por qué se planta justo delante para que tengamos una perfecta visión de la dureza de sus ojos y de la terrible expresión de su cara. La realidad es cruel, sobre todo cuando no aprendemos a mirarla, y por mucho que creamos estar acostumbrados a la visión dura de sus arrugas, seguimos siendo como niños que temen encontrarse de pronto con su propia imagen en el espejo de las realidades que no mienten. Y nos reta, nos invita a una pelea cruel en la que nuestra única arma es la fortaleza que nos da ver que no nos tiene miedo, ni va a tenérnoslo porque somos rivales demasiado insignificantes para su enorme magnificencia que nos ciega y nos deja más indefensos todavía, nuestra fortaleza se anula y aparece el temor de ser derrotados.


    No me atrevo a mirarte a los ojos porque puedo encontrarme a mí misma queriendo demasiado poco vencerte, y aunque me creo invencible, cuando te observo me doy cuenta de cuán ridícula es mi fortaleza. No me atrevo a desearte porque cuando lo hago me tiemblan las piernas y mi voluntad creadora se asusta de mis propias intenciones y me dice al oído que no soy lo suficientemente poderosa como para enfrentarme al monstruo de siete cabezas que tú eres.
   Conozco el artefacto capaz de destruirte por completo, la Palabra, pero ella no es mi amiga cuando tengo miedo, por eso no puedo pedirle que se acerque a mí cuando la necesito, odio tanto este miedo como la insolente capacidad que tiene la realidad de hacerme tenerlo. La palabra es tan celosa y orgullosa que no es posible que se ponga a mi altura para ayudarme en la prueba tan difícil de enfrentarme a lo que se viene encima inevitablemente.
   Por eso no podemos sentarnos unos enfrente de los otros, porque esa visión nos dice con demasiada claridad que somos insignificantes.



                                                                              RAQUEL BARRASA VILLA.