miércoles, 25 de abril de 2012

UN INVIERNO EN EL IDEAL.



       Dónde están todos aquellos sueños que nunca se hacen realidad. Dónde está el camino que tantos seguían, en qué momento se perdió la ilusión de mirar hacia adelante con el puño en alto. Con el puño en alto y el corazón en blanco de tanta corrupción y tanta oscuridad. Para qué han servido todas aquellas muertes, toda esa sangre derramada por la estupida idea de un ideal. Dónde están las armas invisibles de todos los que perecieron. Si lo supiéramos iríamos corriendo para recuperarlas, para volver a luchar con ellas. Quizá alguien se las ha quedado, con la esperanza de que no vuelva a ocurrir lo que les trajo de cabeza. Dónde han quedado las intenciones, por qué los dueños de vuestra lucha se han olvidado de vosotros, en los mejores casos, y os repudian en los peores. Para qué, pensaréis, han servido tantos esfuerzos, tantos sacrificios, tanta lucha. Por qué se os ocurrió ir a esas plazas, a esos encuentros si ahora no queda nada. De que os sirve la nostalgia. Por qué no puedo fiarme de vuestras buenas intenciones, por qué me asaltan pensamientos que me hacen dudar de vuestro limpio corazón.


        Por qué no puedo creer que luchasteis por una vida mejor. Por qué pienso que todos erais iguales en diferentes bandos. Por qué os dejasteis dominar por los odios de otros. Por qué tengo que creerme que en algún momento planteasteis una minima diferencia. Acaso habeis sucumbido a todos los sistemas que tanto criticasteis, acaso ahora no os importa cuando antes dabas la vida por ellos. Habéis comprado sillones, televisores y microondas y quizá ahora viváis mejor que nunca. O quizá os meteis cada noche en vuestras camas pensando lo que podríais haber hecho y nadie os regaló el tiempo, la oportunidad. Confío en que no hayáis dejado de dudar de todo, en que las consignas tengan un espacio en vuestros cerebros, en que el cansancio os haga cada día más fuertes, en que las serpientes de la inutilidad no hayan instalado su veneno a través de vuestras venas en vuestros corazones. Espero en todas y cada una de vuestras voluntades.


                                                                        RAQUEL BARRASA VILLA.

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